“Es que pierdo la paciencia”

En vez de decir:

  • Mi hijo/a no para quieto/a.
  • Llora y se queja por todo.
  • Nunca me hace caso.
  • Me “reta” constantemente

Parémonos a pensar en lo que sucede dentro de nosotros/as para identificar así nuestras propias necesidades:

  • Necesito momentos de tranquilidad y silencio.
  • Estoy cansado/a y necesito descansar.
  • Necesito alimentarme mejor e hidratarme más.
  • Necesito tener tiempo para mí.

Éstas suelen ser unas de las más comunes.

Llevamos un ritmo frenético de vida que nos deja sin energía.

Tenemos jornadas laborales largas e intensas y las labores del hogar y los cuidados también reclaman su espacio.

La conciliación nos parece más un cuento de hadas que una realidad a conseguir y nuestros nervios están a flor de piel.

Los niños son niños y se comportan como tales. Mantenernos informados del desarrollo infantil en cada etapa nos ayudará a sostener los pies en tierra, alejándonos de creencias y expectativas.

No es nada fácil. Por ello, es aún más importante:

Conocer nuestro cuerpo y nuestras propias emociones y su relación con el entorno.

Esto nos ayudará a tomar medidas que nos permitan mantener la serenidad en el día a día y a cuidar nuestro bienestar y el de los demás. Además de encontrar nuestro propio ritmo de hacer las cosas.

  • A veces basta con un café a solas.
  • Otras, encontrar momentos para dar paseos diarios.
  • Mantener el contacto con nuestras amistades y con otras personas, mamás y papás es “mano de santo”.

Cada persona tenemos nuestras propias formas de autocuidado para mantenernos serenos. Sólo tenemos que aprender a mirar hacia dentro.

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