El peligro de convertir la felicidad de nuestros hijos e hijas en nuestra meta en la crianza

“Yo sólo quiero que mi hijo/a sea feliz.”

¿Cuántas mamás y papás compartimos este deseo?

Sin embargo, solemos confundir la felicidad con sentirse siempre bien.

La ansiada felicidad

Y cuando nos centramos en que estén siempre bien, vemos las emociones desagradables de nuestros hijos e hijas como “algo que arreglar” en vez de como una emoción más que acompañar.

Con ello les enseñamos que hay ciertas emociones que es mejor no sentirlas y les traspasamos nuestra propia ansiedad al evitar su malestar a toda costa.

Así, de adultos, no sólo les costará adaptarse a las adversidades en la vida, sino que también (se)rechazarán cuando se sientan mal, sufriendo una ansiedad constante al sentir que no alcanzan ese “algo” que les haga sentir felices.

En cambio, cuanto más nos centremos en acompañar su tristeza, su nerviosismo, su frustración y su angustia, menos espacio ocuparán estas sensaciones en su vida.

Y es entonces cuando la felicidad irá emergiendo de forma natural desde lo más profundo de su ser.

Porque la felicidad tiene que ver más con sentirnos a gusto con uno/a mismo/a, aceptando cómo somos y cómo nos sentimos, que con sentirnos siempre bien.

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