
Cuando estás en un lugar en el que empiezas a sentir que algo va mal
Un “no sé qué” que no te deja respirar, que te quita el sueño, el apetito y las ganas de todo.
Un lugar en el que sientes que no eres tú ni te reconoces en el espejo pero ansías reencontrarte y dejar de sentirte perdido/a.
Cuando sientes que lo que más eres está escondido en un cajón bajo una llave que has olvidado que existe
Sólo para que puedas sentir que perteneces pero no terminas de encajar
Y sientes una incomodidad que va creciendo en tu interior y te quita la paz, generando un malestar que resuena en todo tu cuerpo
Es un grito ahogado de lo más profundo de tu ser anhelando un cambio.
Para ir donde puedas SER sin tener que esconderte.
Para cambiar de aires y así poder respirar.
Para aprender a estar sin perderte.
Para sentirte parte de un todo sin dejar de ser tú.
Para encontrar tu propio lugar.
Y con ello existir y por fin empezar a VIVIR
Desde quien eres.
En coherencia con toda tu persona.
Sin olvidarte de los demás pero, sobre todo, sin olvidarte de ti y de tu propia luz.
La importancia de dejar de normalizar el malestar
A veces sentimos cómo un malestar va apoderándose de nosotros, bloqueando nuestras capacidades y boicoteando todos nuestros actos. Un malestar que puede darse por un lugar físico, una persona, una situación repetitiva, unos hábitos concretos o por unos principios que nublan la imagen de quienes somos en realidad.
Sea como fuese tenemos que parar nuestros pensamientos machacantes de:
- «Las cosas son así»
- «Si es que soy yo»
- «Tengo que ver cómo cambiar para adaptarme»
Pensamientos que sólo nos señalan con el dedo para continuar encerrándonos en una inexistencia de abnegación para entregarnos a las necesidades e intereses de los demás, sin tener en cuenta las nuestras propias, agudizando en nuestro interior un malestar que no dejará de crecer, estancándonos en la creencia errónea de que las cosas no pueden cambiar.
Porque:
- Las cosas pueden cambiar, y deben hacerlo cuando
- Así no soy yo
- Y tendré que ver qué cosas modificar para que mis necesidades y mis anhelos sean también tenidos en cuenta.
Y con ello salir del cajón en que nos habíamos encerrado para recuperar nuestro lugar en nuestras relaciones (nuestra pareja, nuestros hijos, nuestras amistades o relaciones laborales) y, por fin, empezar a vivir. Sólo así nuestro malestar interior irá desapareciendo para dar espacio a un bienestar emocional que empezará a reflejarse en un bienestar físico y mental para asentarse en última instancia en un bien-estar con nosotros mismos y con los demás.