
Guardar la Navidad
Recoger los adornos, las guirnaldas, las luces.
Retirar el árbol, el Belén.
Doblar los jerséis navideños, los gorros rojos con pompones y guardarlos en el fondo del armario; listos para las siguientes Navidades.
Retirar los villancicos, las canciones infantiles navideñas (sobre todo las canciones infantiles navideñas) y la “chimenea relajante” (que no llegamos a reproducir) de la lista de YouTube.
Ir guardando la Navidad
Las risas contagiosas.
Las cenas familiares por videollamada.
Los “gracias” retenidos en nuestros gestos,
La ternura y los abrazos contenidos en la mirada
Compartidos con quienes pudimos.
Seguir guardando la Navidad
La ilusión y el asombro de los rostros de los más pequeños de casa
Abriendo sus primeros regalos.
La alegría, el humor y la añoranza por nuestras infancias
Con los que recibimos los nuestros.
Terminar de guardar la Navidad
Las caricias y el cariño que mostramos.
Las emociones que nos permitimos expresar
Sólo porque eran estas fechas.
El amor que dimos y recibimos.
Guardar la Navidad
Sí. Pero muy adentro de nosotros.
Para que su verdadero espíritu se instale en nuestro interior
Y nos invite a sacarlo todos los días, aunque sea un poquito,
Para así disfrutar de nuestros seres más queridos y regalarles un momento de nuestro tiempo, ofrecerles ese “gracias” retenido, el “te quiero” que se quedó sin decir, sin vivir.
Y con ello revivir la auténtica magia de la Navidad en nuestras rutinas diarias.