
Educar no es sólo tarea de los centros educativos. Es nuestra responsabilidad como adultos y como colectivo.
Niñas, niños y adolescentes son actores activos de su propio aprendizaje.
Situarnos, por tanto, como guías y acompañantes para orientarles en su camino es nuestra primera tarea como educadores: familia, escuelas y sociedad, cada una desde su lugar.
Educando la mente y también el corazón. Educando para ser y dando espacio para el hacer. Acompañando emociones. Educando en valores y derechos. Y potenciando también talentos y capacidades.
Caminando juntos, escuelas, familias y sociedad con el objetivo común de acompañar a niñas, niños y adolescentes en su desarrollo integral.
La importancia está por tanto en las personas que estamos detrás de la responsabilidad de educar. Afrontando el reto de reeducarnos para educar y con ello comprender el mundo que nos rodea y aprender para cambiarlo y convertirlo en un lugar más amable y humano.