Doña exigencia y doña perfecta

Doña Exigencia y Doña Perfecta

Doña Exigencia y Doña Perfecta son dos señoras de antaño que van siempre de la mano. Observando, acechando, corrigiendo. Para que no me quede en la indolencia, dice doña Exigencia. Para que me ponga “recta”, añade doña Perfecta. Doña Exigencia y Doña Perfecta son dos señoras de antaño que van siempre de la mano.

Las encuentro en cualquier esquina. Siempre preparadas para la que se avecina. Con sus caras estiradas y el dedo levantado me van instruyendo. No vaya a ser que cometa un error, ¡qué horror!

Doña Exigencia y Doña Perfecta son dos señoras de antaño que van siempre de la mano. Me han acompañado desde la cuna, velando para que crezca hecha y derecha, que no me vaya soñando a la Luna.

Doña Exigencia y Doña Perfecta son dos señoras de antaño que van siempre de la mano. Pendientes de que no me pierda en el ocio. De las tareas me debía ocupar y no perder mi tiempo en jugar. Severas y duras para que crezca yo madura.

Así me vieron crecer y con los años iban adoptando voces y caras diferentes. Manteniéndose siempre presentes. Y un día, al verme marchar, me decidieron acompañar. Instalándose muy adentro: en una esquina escondidas, pero siempre activas. Observando, instruyendo, estirando, corrigiendo. No vaya a ser que cometa un error, ¡qué horror!

Hasta que un día las pillé por sorpresa. A doña Exigencia y a Doña Perfecta. Dos señoras de antaño que van siempre de la mano. Ahí, dentro mía, ya envejecidas, pero decididas. Con sus caras estiradas y dedos levantados. Preparadas para instruirme y corregirme, no vaya a ser que cometa un error, ¡qué horror!

Aturdida por su peso y dolor, me paré y les planté cara, haciendo de tripas corazón. Me armé de valor, ¡qué honor!

Hoy me visitan de vez en cuando. Doña Exigencia y Doña Perfecta. Dos señoras de antaño que van siempre de la mano. Las recibo como a dos ancianas familiares. Ya algo perdidas pero aún decididas. Les trato con cariño. Y con paciencia y en silencio las devuelvo en su camino.