
Asentarnos en nuestra humanidad
Hace un tiempo escuché a un padre compartir una situación en la que su hija había estallado por un enfado. Y decía algo así como:“Y llegué a un momento en que ya, mira, no me importaba por qué ella hacía eso y me daba igual ya lo que yo quería y me senté ahí en el suelo a su lado y me dejé…”
Y mientras él seguía hablando con voz temblorosa, buscando palabras en su interior, yo sólo veía una sola para continuar: 𝗖𝗢𝗡𝗘𝗖𝗧𝗔𝗥
Desde ese 𝘀𝗲𝗿 𝘆 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿.
Con honestidad.
Con autenticidad.
Con (auto)compasión.
Alcanzando ese amor profundo y puro que, aún sin verlo, nos abraza y nos encamina hacia donde tenemos que ir.
Y yo casi me echo a llorar por cómo su experiencia había tocado algo esencial en mí. Eso que vengo un tiempo buscando sin éxito fuera y al final me aventuro a crear desde dentro. Desde lo que soy. Notaba cómo una voz desde el fondo de mi ser saltaba en júbilo para gritar:
“¡𝗔𝗵í 𝗲𝘀!”
Reafirmando en mí esa certeza de que:
𝗨𝗻𝗮 𝗰𝗼𝗻𝗲𝘅𝗶ó𝗻 𝗿𝗲𝗮𝗹 𝘀ó𝗹𝗼 𝗲𝘀 𝗽𝗼𝘀𝗶𝗯𝗹𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗱𝗲 𝗲𝘀𝗲 𝘀𝗲𝗿 𝘆 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿.
𝗖𝗼𝗻 𝗵𝘂𝗺𝗶𝗹𝗱𝗮𝗱.
Ésa que nos permite desprendernos del peso de lo superficial para ver lo esencial.
Situándonos con los pies en esa tierra fértil que nos enriquece si la cuidamos.
La humildad nos invita a abrazar nuestra vulnerabilidad para asentarnos en la humanidad que compartimos con nuestros hijos.
Y nos hace tomar consciencia de lo que tenemos que desarrollar primero en nosotros para luego guiarles en lo que necesitan.
Porque acompañar a nuestros hijos en momentos de dificultad tiene que ver más con el lugar que tenemos que ocupar que con fórmulas hechas para copiar y pegar. Y es así cómo se empieza. Con humildad. Desde ese ser y estar. O desde ese estar que nos permite ser. Y desde ahí crecer juntos en humanidad.
Ser y estar. Y estar para ser. Y desde ahí conectar. Para crecer juntos en humanidad.
𝘊𝘰𝘯𝘦𝘤𝘵𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘨𝘰.
𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘦𝘤𝘵𝘢𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘶 𝘩𝘪𝘫𝘰.
Una vez tocado el fondo, emergerán las formas. 😉
De esto va Educar Con Tacto
